Era una noche fría. Notaba que alguien me seguía y comencé a caminar cada vez más rápido. El pulso se aceleraba a cada segundo. Sentía el fuerte bombeo de mi corazón, los nervios en el estómago y el sudor cayendo por mi frente.
De reojo veía su sombra. La tensión aumentaba y me giré sin pensármelo. No había nadie.
Cada noche iluminada se repetía. No tenia explicación. Hasta que comprendí, que de lo que huía era de mi sombra. Era de mí...